La granada es de esos productos naturales que dan crédito al viejo consejo hipocrático de hacer del alimento nuestra medicina.
Y es que en los últimos años se han realizado investigaciones gracias a las cuales se sabe que, entre otras propiedades, ayuda a neutralizar los efectos nocivos de los radicales libres previniendo la oxidación, purifica la sangre, evita la formación de placas de ateroma, alivia la acidez estomacal, ayuda a hacer la digestión, regula la presión sanguínea, tonifica el organismo, refuerza el sistema inmune y ayuda a prevenir la aparición de numerosas enfermedades, incluido el cáncer.
Especialmente ingerida como zumo.
Nutritivamente hablando es muy rica en vitaminas A, B1, B2, B3, B9, C y E. De hecho se afirma que un vaso de zumo de granada aporta el 100% de la dosis diaria recomendada de ácido fólico (B9) y la mitad de la de vitaminas A, C y E.
También es fuente de fósforo, cloro, manganeso, silicio y zinc así como de calcio y magnesio (guardando estos dos minerales un excelente equilibrio), cobre y hierro (la presencia del primero ayuda a una mejor asimilación del segundo).
Sin embargo, el mineral más abundante y apreciado de la granada es el potasio, necesario para la transmisión y generación del impulso nervioso y para la actividad muscular además de intervenir en el mantenimiento del necesario equilibrio de la trascendental bomba sodio-potasio.
La granada es además muy rica en fibra y de bajo valor calórico debido a su escaso contenido en hidratos de carbono. Contiene asimismo ácido cítrico (desinfectante, alcalinizador de la orina y potenciador de la acción de la vitamina C), ácido málico, flavonoides (pigmentos de acción antioxidante) y taninos (sustancias extraordinariamente antioxidantes y con propiedades astringentes y antiinflamatorias de las mucosas del tracto digestivo).
Ayuda a limpiar el organismo a la vez que está indicada para quienes sufren diarrea, colitis, flatulencia, mala digestión, ardor de estómago, gastroenteritis, acidez o hernia de hiato. En general está indicada en todas las alteraciones digestivas y, de hecho, ya Hipócrates utilizaba su jugo como remedio para los males del estómago y los intestinos.
También se considera buena para el hígado ya que lo depura y fortalece. Y los mismos efectos parece producir en la sangre ya que se ha comprobado que una cura prolongada con zumo de granadas desintoxica y purifica la sangre regenerándola.
Varios ensayos clínicos realizados en el 2005 en la Facultad de Medicina de la Universidad de California (Estados Unidos) demostraron que tomar un vaso de zumo diario durante tres meses mejora sustancialmente la fluidez de la sangre. Además su elevado contenido en agua, potasio y ácido cítrico facilita la eliminación de líquidos y mejora la función de los riñones. Por eso es recomendable en casos de hiperuricemia, litiasis renal, obesidad o hipertensión.
Sus abundantes flavonoides, taninos y vitaminas la convierten en una de las frutas con mayores propiedades antioxidantes de la naturaleza. Por eso su consumo habitual previene el envejecimiento y contribuye a reducir el riesgo de padecer enfermedades degenerativas, cardiovasculares y cáncer. También se usa en cosmética ecológica por sus propiedades para reafirmar la piel.
Fuente: dsalud.com